Como futura docente, considero que el desarrollo del pensamiento lógico no solo es fundamental para resolver problemas académicos, sino también para afrontar de manera efectiva los desafíos que se presentan en la vida escolar. En situaciones de conflicto, como por ejemplo durante una faena ambiental en la que es necesario coordinar con los compañeros y distribuir responsabilidades, aplicar los principios de la lógica puede marcar la diferencia entre un malentendido y una solución racional y justa. Tal como afirma Robert Ennis (1996), uno de los principales teóricos del pensamiento crítico, “pensar críticamente es razonar y reflexionar con el propósito de decidir qué creer o qué hacer”, lo que resalta la importancia de aplicar el razonamiento lógico para tomar decisiones responsables.
El principio de identidad me permite reconocer con claridad cuál es el verdadero problema como una falta de organización o un desacuerdo en la asignación de tareas sin dejarme llevar por juicios emocionales o suposiciones. El principio de no contradicción me ayuda a mantener coherencia entre lo que pienso, digo y hago; no puedo afirmar que deseo trabajar en equipo y, al mismo tiempo, rechazar la participación de los demás. El principio del tercero excluido me impulsa a tomar decisiones concretas en lugar de quedarme en la indecisión o la pasividad. Finalmente, el principio de razón suficiente me recuerda que toda propuesta o acción debe tener un fundamento válido y lógico, no simplemente basarse en emociones o costumbres personales.
Al aplicar estos principios, no solo pienso mejor, sino que también aprendo a regular mis emociones, evitar respuestas impulsivas y comunicarme con mayor empatía. Esto contribuye a fortalecer la comunicación asertiva y a construir relaciones positivas, aspectos esenciales en el trabajo colaborativo y en mi formación como docente.
Es por ello que considero indispensable tener en cuenta los principios de la lógica, ya que su aplicación no solo mejora la capacidad de análisis y resolución de problemas en el ámbito educativo, sino también en contextos familiares, sociales y personales. Pensar, sentir y actuar con lógica me permite contribuir a un ambiente escolar más reflexivo, armónico y constructivo